sábado, 20 de julio de 2019

la copa de la cabecera end


LA COPA DE LA CABECERA


Dicho esto, podemos dejar los asientos, levantar la vista, repetir lo dicho. Con el proceso nominativo convoca para pedir, el precio del sonido, de su sonido, resulta medido cuando se junta la vida con la noche. Pero la vida no piensa del modo que aquí se expone, aunque sea cierto que una conglomeración de predicaciones la puede sugerir, pero esa sugerencia es aspirada por la autonomía de lo unitario.


Éste es el perfil circense de toda vida trágica, el estar atado a lo real por un número determinado. Sus bordes romos, su egreso manipulado por la industria del silencio, la industria de un cuerpo que no deja de parir.


Hay un único poder que no nace. Precediendo a todos los nacimientos. Siendo pacífico, aleccionador o punitivo, con distintas combinaciones reales. Estas variaciones se representan al estudiar las prótesis y las carencias humanas de los jugadores. Ya que después del silbato sucede lo que ya sabíamos: el poder corre en cualquier dirección y no favorece a ninguno de los conjuntos que se presentan.


Miente al salir el decorado, con las manos sujetas detrás. Si el viejo edulcorante se cae de los libros perderemos todo, dice. El bodegón habrá pasado al juicio, y ya no habrá terceras dimensiones.


Se suele ocultar que cualquier meditación tiene un punto de fondo, una aspiración estructural que le es propia aún en su inquietud, que por eso existen frases que nos llevan al llanto, cuyo motor es la superficie de meditación en su diámetro y la reunión de lo alto y lo bajo.


Otro aspecto es la reversibilidad del concepto, sea este unitario o plural, pues cuando la verdadera lluvia salpica la tabla los datos se arrastran hacia fuera, produciendo conjuntos extraños y brillantes.


El objetivo de esta filosofía permanece tras cada palabra sumergido en un mar de poliedros.


La hermosura del discurso permite falsear la verdadera motivación, ya que aclarar es un trabajo que envejece por abajo y por arriba mantiene la juventud, caudal de fuerza y frescura, palo mayor, columna, estaca.


Falleció el superhéroe, su enorme cantinela cayó al pantano, el pantano alojó primero un poco de electricidad, hasta que lo húmedo se deshizo en lo seco, apagándolo en ese aspecto, para siempre, para siempre.


Discute la eficacia, critica el párrafo 3, pero cae en la debilidad: el fracaso no está en perífrasis ni es el puerto de la obra.


Y sin embargo nada circula en vanidad, aunque la disposición es asombrosa y edificante Kierkegaard la rechaza, que sea de familia de atletas le dificulta el interés por los domadores de ideas.


La transmisión de ideas recalienta el foco, porque no pasan de a una sino en masa, y lastiman el sistema de comprensión hasta trabar el libro, el libro que no puede chocar.


Son varias las puertas al principio y también son muchas al final.


La vida es en medio. Negro y blanco. El pensamiento aspira la combinación en su punto de saturación, justamente sobre el borde en que se pliega la estampa. Tiembla el adorno al no poder sacar al cuerpo de la concentración, la noche se despliega y canta. 


Aquí los nombres tienen entre otras funciones destacar sucesos. No necesitan para hacerlo autorización ni el apoyo de las mayorías, eso es todo, la minoría califica al aceptar.


Acostumbran a caer en los caminos como los árboles rebeldes.


El delirio no puede recordarse con nitidez, pero es bien definido el rumbo semoviente  de cada fracción.
Sector

Pues queda demostrado por un último caso en que lo grande se hizo chico sin dividirse.


Lamiendo el rodillo que sostiene desde el centro la gran figura planetaria.


En la parte, adornar su alejamiento con la fuerza de los ojos. En todos los sentidos  encontramos emoción y lágrimas en la gran bahía. Es allí donde nadan los depresores y las bromas naturales.


Pero… ¿En cuál invasión el cuerpo alarmado resbaló valle abajo?




Componentes modernos descienden por los muros. Comprendamos qué pasa en el patio; antes, de que los muros fueran caminos. Como si estas cosas se juntaran dando origen a una nueva multiplicación y generación de patios.




Esta sorpresa que desean diluir no puede ser movida. Debajo suyo, sugieren deportes  como forma de alimento, las barandas no funcionan y lo alto deshace el moño con  excesiva devoción.




Aunque ¿Cuándo tomé de tema la desgracia pulida de los semanarios? Nunca. El estilo permite la victoria de lo polimorfo; pero nunca la de su oponente liso.




Intentemos afrontar el silencio, con lo interior de la categoría expuesta, en los textos ya dotados, de la frescura sureña que precisa cada tanto, el manoseo de los profesores.




Un paréntesis bajaba, de la pizarra al cuaderno, con ciertas verbalizaciones asociadas, en un tumulto de colores madera y blanco, desde el medio lo interior del paréntesis atraía respeto, que se medía con la pulcritud del cuaderno y el asombro de los socios bañados en la espuma de las ciencias.





No quiero redirigir mi locución, ni aumentar sus márgenes, ni privarme de su posible  valor, ni negar la posibilidad de fracasar, ruidosamente, mientras la siesta se sube al trampolín, fiesta, de sentidos, todos con los móviles flotando, la cantidad de comas aumenta notablemente, el mundo se vuelve fragmento.




Ante la facilidad del dicho me opongo. Quién es el modelo que porta el juicio?!!! Quién mide las partes de la mezcla?!!! quién después de ser medidas las junta?!!! Quién se come este proceso?!!!




El que ocupa los vacíos del monarca. Se ha dado en llamar a las ocurrencias que deja caer: ideas. La bandera del pueblo sucia, la entrada interrumpida en el ramaje. En lo alto de las copas: la sorpresa de otro idioma que contesta.
                                                    canto



Suena bien la reflexión (hermano interior): el emblema y sus piezas están en su sitio, ponerle nombres a las partes es difícil. Hay para mí un momento superior, limpio, cuando en el instante de casi atrapar la idea caigo; porque la figuración y el clima del pariente se retiran. Entonces presiono mi guitarra y canto, canto a la luz gratuita y profunda del hermano interior.




Si las lágrimas del filósofo cayeran al polvo, si el conocimiento geriátrico se pusiera en marcha, si el ventosario sentimental tuviera un dónde, claro que quisiera entrar a ver!!!  en el centro, allí, en el estadio de las pasiones que luce abandonado.



miércoles, 28 de mayo de 2014

HOMENAJE A GARCÍA LORCA





moja
como el agua del lago
como el agua del río
como el agua del mar

duele
como el llanto de un anciano
como el llanto de un muchachito
como el llanto de mamá

sábado, 3 de mayo de 2014

HOMENAJE A ALBERTO GIRRI






CACERÍA

Episodio primero



Las víctimas,
y los victimarios,
en principios esquivos,
coincidentes,
que el que mira
ojo dispuesto
frente a quién es mirado,
pintura en suspensión
en delicadas ramas,
subsumidos, y bajo el viento
dotados,
en levilísimas transformaciones,
que al aire dan consistencia de reflejo.
No dude, no
transforme su labor en venganza.

El punto mirado por el cazador
tronco
nada más:
pedestales con pedestales inciertos,
rotación
de sangre y sonrisa
donde el cazador discierne
la forma, eficacia en lo dispar,
y animales que ven su complacencia,
ruidos, oscilar de sombras.
Aunque llegado el tiempo del disparo,
reacción como acción
de copas sacudidas,
viento,
ahuyentar de los múltiples,
tras estruendos, corridas,
cae la víctima en posición de rezo
ante legendarias narraciones del padre,
aseguran no es furia la violencia
entrenada, no es alegría.

Sólo tensa conversión
de impulsos, poderosa,
figuras que en la niebla indiferente se borran,
ojos preguntando a la muerte,
en los bosques gavilanes,
altos nidos,
en recurrente afirmación:

apoya el arma en tu hombro

Lo que difiere perdura,
sucumbe lo que se repite.



Episodio segundo



Maizal,
nocturno avanzado
en círculos, fijo,
que auriolan la atención,
y por momentos cesantes,
escaldado espejismo,
bajo el sol de noche
vibrátil, entre faroles
a gas
linternas luminarias,
porque un punto se mueve con nosotros.

Visión de un blanco
de centro en centro,
hasta el hallazgo
previsto de que el merodeo
profusamente sostiene su aullido
fijado en los charcos
de la muerte de la vista.

Razones de humo,
mientras suspendidas señas
en debilísima rotación:
las víctimas o los victimarios,
disparan.

Veces son nubes, unidas y trabajando la luz,
desnudez del cielo, si faltan,
andar con la vista en alto,
bajarla a que vigile nuestros pasos.

O si surgen: lámparas de fantasía;
unas deshilando la fronda
y otras en solamente plasmadas,
lentos ejercicios de contacto.


domingo, 20 de abril de 2014

EL POEMA EN BOLAS



EL POEMA EN BOLAS



XXXXXXXX
XXXX
XXXXXXXX
XXXX


¿XXXX?
XXXXXXXX


¿XXXX?
XXXXXXXX!!!





miércoles, 16 de abril de 2014

HOMENAJE A ARTURO CARRERA





TEMPORAL NOCTURNO



Lluvia como ensayo
de una caída más vasta,
más insistente y helada.



Porque un pájaro
suma su escasísimo trino
al desorden fastuoso del cielo:



las hojas anchas y perfumadas,
los contornos en la desnudez borrosa;
y el cuerpito hundido
en una melodía que sorprende al cansancio.



Sentimos el estallido de las nubes
cada vez más radiantes y extensas.



Avanzamos más;
una vereda entera
hasta el próximo toldo.



...oímos?



(un sonido rojo,



empapado)



¿o solamente pensamos más
en un dolor exiguo y cerrado?



Con esfuerzo distinguimos un coche:
alguien que pasa y advierte
nuestra cerril aislación
en la tormenta.



Estamos donde hay una vidriera
y en la luz exhausta descubrimos
un spot que cuelga, apagado, torcido...



¿A qué alturas llegará este canto
si le permitimos oyendo un avance
lento, desigual, en un ímpetu
de inconstante lucidez y pasión?



Los ojos en el pío-pío de la forma,
su chapoteo como relato cabal.





martes, 15 de abril de 2014

QUIROGA TIGER 1


LA ENSEÑANZA DEL PAISAJE




Aún siendo el mayor de los pecadores
podrías recorrer el mar del error,
 en la nave de la Verdad.
Bhagavad Guita






1


El Mal,
como lo llaman ellos, incide en el aspecto de quienes una vez recuperados
          vuelven hacia la ciudad.
Las concentraciones de la nariz dan la pauta de la calidad
                 de vida,
antes de la operación, después de la operación, y a juzgar                          
             por el poco deporte
que realizan, parece inútil el uso de bolsos y
las precauciones
en general. Es bien sabido que la falta
           de trabajo produce descanso, y que el descanso
mal aprovechado
           produce aburrimiento. En los edificios
a medio terminar, en los hoteles del Tigre y en todas
las islas que contienen la vegetación en forma de plegaria
hace su trabajo
más allá del país y su      
          aglomeramiento o partición.
No es raro encontrar
un bolso en los malecones, un muchacho dormido
junto a una pala clavada. Los milagros son como islas, ritmos,
                     en el agua
           solidaria y comunal. Con ella llenan un balde,
bañan a un bebé o apagan un incendio,
       y siempre es un golpe más fuerte
el que viene del  agua aglomerada que se despista,
como los ángeles en el sunami
         no supieron nunca qué hacer
todavía espero
que me recojan. Estás pálido. Lo suficiente para humillarte, digo
 y me subo a la lancha. El río está blanco
            como una nube.
                   La embarcación avanza.
                  Una pareja besándose señala
la cercanía de las cabañas.
Ahora se morían las olas en la orilla
           y eran las cuatro con dos soles.
Pero la energía de cierto displacer
sonaba tristemente mientras la proa trozaba el espejo empañado.
Después, de las cabañas rodeadas de zarzas azules,
de los tilos arrinconados contra la costa.
Mucho después de armar
         el bolso, la ropa, los recuerdos. Pero
    el motivo se deshace a medida que avanzo,
              por eso te elegí a vos
 como confidente. Al acabar el verano las hojas invaden
             el agua blanquecina,
habitan el malecón y la gota.
El trabajo y el recuerdo piensan en el hospital:
nada podrá escapar del gesto fantasmal de nuestras aperturas.
             Al mediodía volvemos a la carne, por encima
del sexo las contracciones aumentan,
         aumenta el movimiento del aire. Pareciera
      que el río lechoso nos hablara por medio de giros o
de líneas parejas.
             Mientras el hambre
trae transpiración o desmemoria y lucidez extraña: todo esto
         que me quiere decir
horizontalmente la luz y no comprendo. El hospital del Tigre.
               Y al ser tan
simples las hojas y las raíces expuestas nos sentimos
       aterrados y hablamos del mediodía
       que arroja
su brisa atravesando las islas del Oeste.
Siguió el modelo del futuro para elegir cada vez,
              como al cruzar
           Montes de Oca nadie lo viera,
pintó un  nuevo amanecer con sangre a lo largo
de la pierna izquierda que permanecía  vendada.
       Alterado y acompañado por la honestidad
               ve la cortina y se asusta.
Vienen a conversar con vos.
                     Detrás  de los barbijos
como casas de castor: una madera mal plantada,
las piedras y
        el resplandor que marean. En un mismo
lugar el exponente de luz y el  maestro  de  medicina conversan
sobre las posibles soluciones para tu problema.
                    Pero al instante
abandonás la cama como si fuera domingo.
Toda la vida persiguiendo
                 la velocidad con la pierna que rompió
al haberla metido bajo el agua como a un bagre.
Entonces la velocidad se hace brillo
y la cama se transforma en un bote, nadie
         se sorprende de                            
ver un móvil tan débil.



3.



       Era la cama veintitrés y las cortinas azules no dejaban
pasar la luz, no sabía si era la tarde o la madrugada,
seguí oyendo
          los gritos y viendo
        mi sangre sobre la cuerina. No podía ser más veloz.
Se dice que entré sin respirar, a verme en el agua de la orilla mientras
        armabas tus bolsos. Saludé, el pañuelo conmovió al puerto,
puerto humilde,
                   unas tablas
y la escalera que podía romperse.
                      Muertos de serenidad al escuchar
                 el motor, compitiendo
con los mirlos y la mismísima corriente
que rozaba la proa y la estela que dejaba detrás.
Entonces tomé
la raicilla con las manos y la saqué del barro,
anegada, hubiera
                       muerto.
La puse en tierra seca, debajo de un arbusto.
          Moví la cabeza: vi millones de raicillas anilladas entre sí.
               De lejos parecía tierra firme, ir es un pantano. Entonces tomé
       otra raicilla con las manos. A fuerza de cultura llegué
              hasta aquí,
pero esto no responde a tus preguntas. Estás centralizado
                    en una excusa que te permita seguir,
comprendo, si fuera invierno podrías solazarte
                   bajo el poncho, pero no tenés poncho,
apenas un saco color salmón, con el que recorrés los barrios
           pobres donde la tristeza sonríe. Y este
es un milagro que no puede definirse al oír, el ruido
                del agua alrededor de la lancha,
mientras la última hora te parece infinita como la corriente que te lleva,
                 del puerto a las islas,
donde las hortensias se mojan las rodillas.
Fue sin duda esclarecedor,
     tu silencio. Cupo la posibilidad de un accidente.



Un descuido profesional. Pero al besarla sintió por primera vez
      la contextura del aire
en una oración larga, dura, pronunciada por la Mente.
Nadie lo discute,
                     es el número uno, en unos de los
tantos grupos de los que solés hablar,
lo que aprueban todos,
           lo que imitan que lo mantienen. Es un ermitaño
del siglo veintiuno que tiene un televisor para sentarse.
La embarcación
                  rodea una isla y se mete
en un riacho, donde las ramas cuelgan hasta doblarse,
y el agua es ahora negra como no tener con qué,
aquí ya no hay hortensias, se escuchan los mirlos
            y está la presunción
de que hay un lenguado debajo.
Aunque no nos interese el río sigue.
Salir del río sería tomar
entre las manos arena y en la Mente
un paisaje de corazones azules.
Me bajo pero no lo abandono,
este malestar me inspira como pocas
              cosas lo pueden hacer,
veo la hilera de hortensias,
         los sauces en conjuntos pequeños por detrás de las zarzas,              
                   tilos.
Veo la casilla rodeada de perros.
        Los perros anuncian el trabajo,
y el trabajo anuncia a la angustia, porque el silencio
                   está
                   arrancando las hojas
   y esparciéndolas por el suelo. Y aunque sanen mi herida
                sé que no tiene fin,
                    y que los
motivos por los que me curan son apenas una pretensión
                  de equilibrio comunal,
una manía de conducir a la fe
                                que no tiene fe
y que no trabaja para la vida hacia un modelo            
                 deportivo.
                        Mi sonrisa,
                claro que la recuerdo.
Observo que la embarcación comienza
                    a deslizarse más rápido,
la corriente a nuestro favor levanta la popa y la empuja con las manos.
                La casilla no está lejos,
cinco minutos de caminata y alcanzo la loma.
Sobre la loma está la casilla,
sobre la casilla hay un mirlo de cabeza rojiza.
Entonces sentí la emoción que corría por mis brazos,
                 apreté el botón, me recosté y miré hacia la ventana.
             Las casas y los edificios pequeños
apretados donde algunos vidrios reflejaban el sol de las islas.


La sombra del árbol se hacía más grande, que el árbol mismo.
Qué pensé.                    
       Nada, el agua
ya turbia por el atardecer se volvía misteriosa. Caminaba esquivando
               las cañas
intentando ir derecho,
la noche sería una casilla sin luz sostenida por la tierra.
Te lo digo porque te oía conversar,
te pasabas un pañuelo por la frente,
quiero refrescarte,
con el recuerdo del calor de la casilla,
con el recuerdo de una barca que gira sin sentido,
                  pero que roza todos los sentidos al girar.
Adonde mire
veo multiplicarse, las florecillas turquesas
              de las santaritas.
El agua que aquí es más clara define el valor de la mañana.
                      Si estuvieras conmigo no conversaríamos,
tomaríamos té sin pensar en las madres,
                       diríamos que un padre
es aquello que separa las cañas, sólo lo necesario para avanzar,
sólo lo necesario para avanzar. ¡¡¡Cuántas de tus bravatas
                        tienen ahora
                     sentido para mí!!  Estoy aquí para
contarte que existe un lugar en el mundo,
un lugar muy grande y lejano y otra vez grande.
Todo esto es nuestro, te leo los labios                          
                como si estuviéramos enamorados.
Entonces comprendí la insistencia de la emoción
y lo que ella quería que yo hiciera.
              Me propuse entrar y dejarme llevar
                por las hortensias,
                 las santaritas, las cañas,
los tilos y las zarzas azules. Tantas transformaciones para ser
                   un recién nacido. No tengo
un río que sea mío, tampoco sientes tú que tienes
lo que quieres.
Las manos, tal como las conocemos nosotros,
         son un par de dioses delirantes.
Esto es realidad y a ti te asusta.
Hay que seguir,
sacarse los anillos
y entrar en los colores divinizados por la divergencia.


Mi pierna requería descanso, asegurado, mentalmente dispuesto
                me preparé
para unos días de reposo, por las ventanas enormes veía
las estrellas difusas por la luz de la ciudad.
                      Y no parecía ser distinto a lo demás,
           ejemplo y reflexión,
yo dormía y saboreaban mi sangre, se sabe:
un hospital presume todo, y de todo presume.
Más: el espejo del río asegura que nos vemos bien.
El otoño es un día virulento, la primavera
                  con su anillo de bodas y el invierno ya viejo,
sin nietos, sin hijos y sin mujer, se miran pasar.
El verano parece diferente,
        su aspecto es el de una primavera para siempre.
Vemos los tilos instalados, firmes. De mucho
me deshice para llegar hasta aquí, es importante saber elegir
entre lo útil y lo que nos sirve,
nos parecemos tanto a lo que necesitamos
que no logramos desvincularnos al instante,
                      como es necesaria el agua para el pez,
y la luz genuina que filtra la hoja que todavía no cae.
Estoy en el cielo destrozado como un rostro,
     purificado de la mezcla de paciencia y malestares,
estoy acompañado
                     por un fuego que no arde,
a pocos pasos del río donde también hay estrellas.
                Un momento de estupidez y todo se transforma.

Considerá, entonces,
que la madrugada y el oxígeno serán necesarios,
cuando saltes esa cerca que te tiene detenido.
El odio por el cielo es normal,
el aburrimiento y la ira son hermanos,
la enfermedad y el poder son parientes lejanos.
Ninguna pregunta, ese no es tu problema.
La compañía casi continua,
a través de tus brazos tu alejado lugar,
volver a dormir para siempre cada noche y
soportar a tus amigos y los caprichos
de la realidad que te rodea. Pero esto se está poniendo difícil,
                   y tus brazos no parecen dar abasto,
con toda la mercancía que sube
                         y la mercancía que baja, vieja ya, en la saliva,
                             en la orina.
Grave es no amar, la emoción no es sólo un líquido
       que chorrea de tu Mente.
La autocompasión te puede llevar a viejo.


En parte la orilla y en parte el río mismo marcan el progreso,
no sabemos qué es atrás pero lo señalamos,
hoy que la isla cumple años deberías estar,
                       los miles
de colores de las ramas confirman la información. Y bajás
                         porque te
esperan en la orilla, y  eso no es ser valiente, sabés,
que lo que sigue es un juego de niños frente al
verdadero paseo que
                    te prometiste. Esta es tu forma,
             ¿cuál podría ser
si no? el río serpentea y está siempre en fuga,
visto desde el  Norte,
desde el Sur parece que siempre está llegando.
Hace muchos años que estás cabeza abajo.



3.



Siento tu cuerpo con mis pies, ya no avanzamos.
              El aburrimiento brillante
teje una manta de estrellas.
El conocimiento se come las uñas mientras mira en el agua los reflejos.
Se puede comprobar con un palo, en las orillas.
El lanchero
penetraba en los cursos populares, de grado o por fuerza y,
            según los casos, ponderaba más o menos la resistencia
de la embarcación. Las estrellas  yacían en el agua,
                          de una lisura admirable…
los tramos cada vez más cortos me confundieron
            en colaboración con el cansancio de mi cuerpo.
De la ribera
venía un vocerío confuso, la certidumbre se hizo también a un lado.
        Por el diálogo de la mirada veo pasar
una rama seca,
veo burbujas
 en el agua oscurecida por la oscuridad,
              pasan camalotes llenos de desinterés.
Fascinado alcanzo a tocar uno
y siento un picor. El veneno de todas estas cosas
es de una seducción
                   indestructible. En el espejo,
en la ribera que murmura, en la lancha que ronronea y
           se sacude febrilmente
            mientras el lanchero sueña con el desierto.
Tacuaras punzantes, pajonales podridos.
            Regresaban derrengadas
las imágenes del día, los últimos minutos en que
la luz volvió granates
al agua y la maleza. Todo lo que falta ahora va tomando
            cuerpo, en una
                      revancha donde la nitidez
                   se agacha para que pase un viento de colores.
Morados, los brazos siguen recibiendo el reposo que te falta.
En un camastro, sobre la cuerina manchada con sangre.
                 En un edificio sin terminar
con treinta por piso.
En una noche en la que el verano no pesa,
desde la lluvia nos llega la revelación esclarecida de un labio,
que se dobla y se levanta,
               que baja, se estira, reposa. Cómo
llegué hasta aquí, me asombra la dulzura del trauma.
La frialdad que rompe las ventanas
                también ha venido a que la escuche,
pero duermo un sueño que
                    desenfoca mis recuerdos, y quiero
dormirme como un policía, quiero que me traten como a un policía.
               Detrás no hay secretos,
adelante la aguja marca 93. Sigo sintiendo dolor.



      Entran por los ojos los paisajes, la Mente y
lo que llaman inteligencia
                  sobrenadan y, a punto de colapsar,
se refugian en un recuerdo todavía inmaduro. He visto y veré tu cuerpo
              que se hunde con el frío,
acompañando con gemidos
el transporte hacia atrás.
Amasada por la necesidad se transforma en lo vivido y no se atreve a recibir órdenes,
el agua la representa muy bien.
                           No tiene
                           rumbo, avanza
reconociendo lo profundo,
diferenciando lo profundo de lo alto, hacia
               los espacios todavía vacíos que la llaman.
El candor indiferente arrasa la ribera.
                La orilla retrasa el aspecto acostumbrado mientras      
             las aves
recuerdan la evidencia. Ha conseguido cambiar aquella
regularidad que nos tranquilizaba. Cuando permanecemos
en el cambio no valoramos
          la constancia, no valoramos la quietud. Pero cómo
deseamos
la aparición que
representa a la
madre fría que vuelve
con el último beso entre las faldas.
Me
                         imagino si yo fuera tu
Mente, pero quedo mudo si me lo planteo a la inversa.
Duermo. Puedo
esperar que las transformaciones se produzcan. La aventura
me trata amablemente
             y aflojo los
párpados. Junto a la costa,
la lancha está atada a un palo podrido.
Surge la mañana mezclada de penumbra,
cada madrugada le deja un rastro de desesperación.



4.



      Me precipito por una barranca mora,
he pisado mal y he tropezado con una roca,                    
mi pierna está resentida.
Sigo insistiendo como un árbol talado, encuentro mi paso debilitado
               pero continuo
fascinado por un arroyo que parece comprenderme.
Cruza la isla como la Cicatriz de la Bondad.
Es una historia
                                paralela,
un recuerdo que vuelve a encarnar en este día,
en que los pájaros no se alejan y estimulan mi insistencia.
                  Detrás de
                       un muro de tacuaras
encuentro al río, allí se deforma el arroyo hasta desaparecer.
Recorro
la costa custodiada por tacuaras,
          los pajonales podridos perfuman el aire,
                        entre el agua y las tacuaras apenas
                 hay unos centímetros de barro,
camino como un egipcio para no caer al agua.
                    Hace frío y no
                           importa. No voy solo.
Desde que me crucé contigo
me acompaña tu problema,
pero aún no sabría aconsejarte, porque estoy
              hechizado por el olor a podrido y
concentrado                            
en mantener el equilibrio, las tacuaras
retroceden unos metros más adelante,
               estoy por llegar a la casilla. Mi pierna parece haberse
recuperado, voy a calentar agua y frotarme
la hinchazón con un trapo. Atrás de los vidrios
                    vibra la ciudad,
sólo veo las crestas e incluso algunas construcciones
no parecen acabar,
       se pierden en lo alto del vidrio.
         Por consejo
                 del médico estoy bebiendo
mucho, los medicamentos, al parecer,
son densos y difíciles de digerir,
mi pierna hinchada no me molesta, me molesta
la honestidad de los que
            trabajan aquí, me molesta la
soberbia del jovencito que me palpa
 como si fuera una fruta y estuviera en el mercado. En casa tengo
una tuna, no muy a mi gusto, que me trae problemas con mi
mujer.
                    Imparcialmente puedo
decir que es bonita pero en cambio, si me comprometo con mi fantasía
                 debería decir que me transporta, y que da
cada día un mensaje de cierto tipo de luz que nadie reconoce para mí.
Sabiendo que es incomprensible no se lo comento a nadie.
En el patio
tomamos tragos y hablamos de Vivaldi.
Mis amigos son estúpidos,
           y yo no soy más.
Mi tesoro, mi único tesoro es una obsesión y
su posibilidad. Estoy sentado en un muelle abandonado,
varias de las tablas
se han deshecho por el sol y la humedad y han colapsado,
me saco los zapatos y me arremango
                los  pantalones, paso mis
piernas por uno de uno de los huecos y
            llego con ellas hasta el agua, sumerjo mis
                  pies hasta
                  los tobillos. El día está
                    frío y el agua también, sin embargo hasta
el sol está muy fuerte y a los pocos minutos
siento que me arden la cara y el cuello.
La pierna
                      lastimada no me duele, el frío del agua
          es un calmante
                      pero en cambio
siento al frío como daño en la pierna que tengo sana.
       Esto no me sorprende: aquí liberado puedo meditar con naturalidad,
no tengo que consensuar
                  con nadie hasta
qué hora voy a quedarme mirando el agua.
          Llega la Luna y todo empeora,
lo que sucede es que no hay luz, la luz
                  es la que no llega lejos... Contradicción.
                 Los obstáculos son
también parte de mi pensamiento y no quisiera que recibas
una
                idea equivocada acerca de cómo es mi Mente. Sobre
todo sabiendo que esperás que te responda rápidamente,
pero llevo
                    seis semanas recorriendo la
zona y en las pocas cabañas y casillas en las que incursioné
no supieron que decirme sobre
tu problema. Mi nombre es
                   Santiago, soy periodista. Y a renglón seguido
les relataba todo tu embrollo. Muchos dieron un portazo, y otros tantos
              me trataron como a un simpático demente, me convidaron
              galletas y té. No te
             angusties, estoy con
lo tuyo de aquí para allá. Mañana me recoge
                      una lancha a las cinco y media.



     Arrogancia o paradoja, ironía o desinterés.
Nada, escuchá. La certidumbre endurecida por la entrada,
a la vida resuelta casi por completo.
En la orilla dos
pájaros buscan comida. Los hombres cuando buscan
se encuentran
                   con su orilla
                    y mareados, también, prefieren decir
que el agua es el final.
Aseguran entonces que han acabado de revisar todo,
          absolutamente todo
                     lo accesible. Sin embargo
podríamos contar las miles de maneras que impulsan y
                  permiten la transformación del estómago,
la transformación de la vista.
Si yo no estuviera convencido del poder que generamos juntos
              hace
              mucho me
              hubiera ido, ¿Cómo podría creer en tus palabras o
en lo afiebrado de tus preguntas?
Ocurre que también a tu edad perdí
                       confianza en mi naturalidad. ¿Cómo podría esperar
un final positivo? Estaba en un parque
rodeado de pinos y sentí, de pronto,
                     que los árboles eran personas.
Empecé a mirar mejor, vi hombres y mujeres, jóvenes y
                niños, ancianos. Tomé a una niña por las ramas.
Entonces todos los árboles comenzaron a mirarme,
me miraban y miraban a la niña y me comparaban con un aprovechador,
un anciano dejó caer una
piña y me golpeó la cabeza. Vi pasar las nubes de blanco a gris,
entendí que se trataba de una gran familia o
de algo así como una comunidad.
                   Y lo cierto es que el cielo
me rodeó como a una montaña,
transmitiéndome toda su intensidad
                          en la inminencia de un rayo,
poco después de una gran explosión
                que acompañada de viento
hizo que un muchacho torciera su espalda hacia atrás, mientras una mujer
                     sostenía el equilibrio endureciendo la cintura.



5.



   Mi rostro no estaba en el agua.
Seguía concentrado mientras el frío me
                   subía por las piernas. El frío
trajo temblores esporádicos. Volví a mirar
el agua pero mi rostro no estaba,
                       sólo comprobé que
el ardor de mi cuello no había disminuido.
Los tobillos insensibles más el estómago ansioso.
Me daba miedo que
                              llegara el final. ¡Tenía tanto,
por fin, que hacer por vos y por mí!
¡Tenía el sentido de mi vida al alcance
de las manos! Pero el cuerpo me ponía un tope. El agua
helada me expulsaba
                         de la concentración mientras
           el sol me atraía y me mantenía
con la vista clavada en el agua lechosa,
buscaba mi rostro entre los pajonales, mis huellas
          llegaban desde la casilla un poco
interrumpidamente:
             por el movimiento
                    lentísimo del barro que había cubierto algunas,
por las huellas de algunos animales que habían cruzado las mías.
Nos amenazan,
                   verdad. Nos
instan a detener toda transformación, verdad. Con el dinero
que se
                   lleva la corriente se
escapa nuestra dignidad, asistimos a un enfrentamiento
mientras
                cambiamos de lugar. Si fuimos niños
mimados no se explica, dicen, que llevemos una vida
con un cuerpo y con
                   un deseo que
también se transforma,
sólo porque quiere alcanzar al agua
que se va,
                     para que vuelva
de la muerte o del misterio calmo de sus partes, se mezclan.
              Todos los
hospitales están en la orilla, los médicos
aterrorizados por la corriente
                        se refugian en su credo,
un credo de obediencia a las entrañas y
oposición a la ensoñación
           de la sangre
que recorre la carne como una aventurera.
             Somos la sangre de un mundo que no para de nacer,
según compruebo en las estrías de esta caña,
que ostenta unos brotes verdísimos y tiernos.
               La costa arenosa y
                morada, mi ropa
mugrienta y la limpieza de mis objetivos, la claridad que
marea al plantear
que sólo la alcanzaremos a través del vagabundeo y
               la atención.
Contigo y nuestras fuerzas juntas avanzo hacia una vivienda,
dejo atrás un muelle
masticado por la corrosión, frío y calor,
             me encuentro con esto
                cuando la puerta se abre. La casa
está abandonada, soy el huésped de una ruina reciente.
Las sillas
con las patas apretadas por las arañas.
Miro al piso como un murciélago.
                    La casa rodeada de lajas está
lejos de la costa, y he caminado media hora hasta dar con ella.
            Ningún vidrio roto,
el frío y el calor son una misma cosa,
la presencia y el abandono no pueden distinguirse,
aquí la aventura se vuelve inaccesible,
sobre todo cuando
compruebo que
pasando la cocina hay una puerta que da a un taller.
                  No mis manos, la pala,
                       las herramientas y el color de las paredes son tristes.
         Un lugar ideal para trabajar.
Hay restos de tallas y una soldadora, hay una montaña de
hierros oxidados,
                  dos vidrios enormes dan al camino que lleva al río.
            Siento un ruido
que viene de Barcelona, veo un bebé retorcido en una cuna de mimbre.
               El padre no reconoce que sueña de noche,
y de día cuando lo intenta, se sabe,
no puede y entonces, toma hasta emborracharse,
                     jugo de zanahoria. La mujer lo cuida
tanto que no tiene tiempo de pensar en él, y su trabajo
también lo distrae de tal                              
                      manera,
que ya no puede comprender la diferencia entre amor y vigilancia. Su casa
es un cuartel. Su cuerpo
es un martillo que golpea las sábanas, así y todo, sonríe
                 en las reuniones y
                          parece estar muy motivado. En realidad está
desesperado desde que terminó el bachillerato y no se
atreve a aceptar un compañero,
en cambio yo estoy contigo porque tu llamado no cesa, no quiero
                             que mates a tu
                    hijo, entendeme,
vendrá seguramente cuando llueva sobre tu mujer,
entre el relampagueo furtivo
                   y la luz difusa,
un exceso lleva a otro exceso,
y como el amor es una locura que todos compartimos,
espero que sepas sostener la respiración en la tormenta.



6.



Mi respuesta no es Dios. Tu respuesta no está
en el desierto de
                      Atacama.
                     La solución no sería
dibujar un círculo en la arena y sentarte a esperar.
La solución es que me
                        aceptes como
compañero y confíes en mi ignorancia.
                        Mi pobreza está llena de posibilidades.
De las veces en que me propuse ayudarte ninguna fallé,
cierto, y mi cansancio todavía
                        no encaja en ninguna
clase de desesperación. Duro como un vidrio.
                       Sólo hay una manera
de detenerme, y sabés de qué estoy hablando
                      en cuanto a mi
aventura y su final. Su final es tu sonrisa. ¡Me emociona tanto
pensar
                  en el regreso! ¡Qué charla que
vamos a tener! En tanto, procurá no estar sólo,
          sostené tu esperanza y
no claudiques. A mí me esperan unas semanas de barro y
movimiento.
Me encargo, la próxima espero que puedas ayudarme,
                    sé que estás verde,
                  pero existe un alimento que no se degrada
y que permanece y se recupera por la bondad de tu boca.
Hay aquí tantas alusiones a tu problema
                que me es imposible dar un paso atrás.
                         Sólo la belleza nos
obliga, la costa que se acerca y se aleja nos obliga,
a pensar en
             nuestras manos como
un par de cosas importantes. Comprendés que así como se hace un tejido,
                 una manta para transitar
por las montañas más altas, se hace una mermelada de durazno. A veces
                   hace calor, otras nieva copiosamente y las casas
parecen dueñas del volumen.
Aunque escuches a los perros desde la
orilla, no es
seguro que haya alguien que te atienda. El frío filoso me rodea,
           camino para mantener el
                     calor, tu problema
regresa a mí cuando junto a la senda,
          veo el esqueleto de un
                  pajarito. Recuerdo
la cuerina y entonces,
veo tu rostro iluminado por mi promesa.
          Te doy un té y no podemos evitar
referirnos a las madres.
El malhumor resalta que la idea que tenemos
ahora de la vida es insatisfactoria.
                    A esto se suman, el cansancio por la
                hora, y por el corazón, el            
                cansancio de la sangre.
Podemos hacer de esta vida la Burbuja de Sumatra,
o podemos trasladarnos y disentir,
o aflojarnos el cinturón,
cruzar diez veces la frontera,                
aunque nada de esto
            garantiza nada.
El vacío que sale de las tazas nos envuelve por completo.
No sé dónde está. Conseguí
averiguar la zona, la región donde posiblemente
                     encuentre a alguien
capaz de contestar. La pregunta no es compleja,
por el contrario, es muy simple.
                      De todos modos y ya
que yo tengo dinero hago lo que se me ocurre.
La respuesta es compleja.
Salvar la sangre que te enciende y colorea tus ojos es mi obsesión.
             Si fueras un hombre ya,
               entrarías por esta misma frase,
                         o en una pausa cualquiera,
a este mundo donde la duda florece
y descarga su emotividad,
dedicada enteramente a cuidarnos. En el baño
                me peino y me lavo.
                     El piso empatrullado sostiene
                     la cama y la mesa
de luz, pero yo estoy hundido.¡Mirá la comida que me dan!
Siento furia,
ese es mi problema, tengo furia por no poder caminar,
y sentir que a tanto
                       vagabundeo no le he dedicado la
                       suficiente atención.
Después de la respuesta no entendí,
               en cambio me sentí calmado
cuando me llegó
            la siguiente pregunta.
El médico se jactaba de haber partido la manzana.                          
                      En tanto siga costando tanto no quiero volver
al tema. Tengo
la fruta entre mis manos y debo responder. Exigente. Nunca
oí un pedido tan
genuino y general, algo así como cómo debe ser
la “Clave del Amor”.
                      Arturo y yo
seguimos buscando. No sé. Hace años que no lo veo,
                no tomó la lancha el día aquél. Dame
un motivo para no seguir.
                La presión se transfigura
              cuando los pajonales podridos pasan
como nubes por debajo del muelle.
El hambre hipnótico
realiza su trabajo y se hace de lo necesario. Pasan dos
lanchas
con rumbo
                        desconocido. Los motores
se escuchan todavía después de que las lanchas desaparecen.
Atraviesan la maleza en monos de sonido.
Han tomado un curso menor,
y lo grande del río comunica su enseñanza en el ostinatto del marrón.
¡¡Cuántas aves cruzan de un lado
al otro del río,
durante un largo silencio manchado de colores brillantes!!
Los nidos quién
                sabe donde están, pero el
espacio de la utilidad es claramente el aire poblado de perfumes.
                      Sacáte la corona y poné los pies
              sobre la tierra. La lluvia
que ahora está marcando, el fin
de una aventura
dentro de otra gran aventura, el cansancio del cuerpo que no
                          admite ningún
argumento. Fuera de toda certidumbre tus pies saben,
lo que tu boca
no sabe es que yo llevo ya seis semanas sin jugar,
porque buscar en
                donde nadie perdió nada
parece estúpido, en cambio me consta que regularmente
se triunfa por acciones como la mía. Subo
a la lancha. Son las cinco y media.
 


7.



     Añoro el inicio. Todo era tan sorprendente y me sentía
tan motivado por resolver tu problema. Cuando te digo
que no juego no estoy jugando.
              Soy estricto, deploro la fantasía, pero
las santaritas alrededor de las cañas y las cañas,
       a lo largo de la orilla,
me conmueven como a otros los conmueve
un accidente de tránsito.
                Aquí el que juega se aburre, paradoja que
lo verdadero nos dispara en la cara desde cada vida viviente
que pasa,
de la ausencia a la presencia, sea por un giro de la lancha,
                 sea por
             inventar un camino y dejar, la organización antigua
del espacio.
       El paisaje por los ojos sólo se recorre por telones sucesivos,
a medida que avanzamos se van abriendo
                          y uno tras otro nos presentan
una distribución razonable y peculiar, ¿o nunca
te asustaste por alguna razón?
No me importan este tipo de planteos, la cuestión es
                     que sigo adelante,
                   y que me humilla la belleza hasta
pensar que es un diseño realizado por...      Siento temor.
                      Esto que hago
                         no tiene recompensa. Tengo una idea inútil.
                           Quiero compartirla con
vos y tus amigos, quiero pegar carteles por toda la ciudad.
              En cambio me
conozco y sé que voy a guardarla para mí,
  para que sea mi descanso
               frente a las cosas incomprensibles y dolorosas.
Qué querés,
estoy solo y tenés que comprenderme, a diferencia de un
espejo
                            “la carta” opina,
sobre todo cuando no tiene “texto”. Así es aquí y en todas
partes.
Esta es la idea que me está conmoviendo:
soy barro en el que raíces y pájaros abrevan según su gusto,
                          soy un bambú que no te reconoce,
a no ser como bambú,
a no ser como tacuara punzante,
porque la naturaleza
nos teme terriblemente,
porque el poder y su dentadura
contra nadie fueron
                           más despiadados.
Ahora veo un agujero donde metieron un bote, ¿qué pasa abajo?,
permanezco sentado ¿qué pasa alrededor?,                                                            
                            alrededor hay
     ciertas cicatrices que fantasean con la acción.
                            Un brote cargado,
musgo alrededor de una piedra.
Siguen pasando pajonales podridos.
Lo que veo es un
                  calendario, puedo
anticipar las tormentas,
puedo calcular los momentos de calma,
               y lo uno
                     mezclado con lo otro. Una capacidad misteriosa pesa la piedra,
luego palpa el musgo.
Nada menos necesario que preguntar
lo evidente.
                        Cuando tu problema encarnó,
otra presencia lo acompañó cariñosamente.
Fantasmas de las orillas avanzan hacia mis pies.
Ahora es distinto.
Veo un sauce volcado como un moribundo.
La visión se agudiza.
Los yuyos parecen cruces.
El cementerio llega y me rodea.
Me incorporo y veo pasar el agua bendita.  


     
        Me emociono al sentir en mis brazos la corriente
que pasa. Duermo
por momentos. Transpiro y tengo frío, sucesivamente,
los arqueros
                   patrullan las camas con olor a muerte.
El análisis que yo hago de la situación es patético.
Estoy en un circo donde
                               sobran payasos,
donde los leones se tropiezan
                       y se llevan los aros por delante. Miro mis
sábanas, la silla, la cuerina manchada con sangre. ¿Qué locura me está
           rodeando,
dependiendo como dependo,
de la inclinación de
                     una aguja?
Nunca había imaginado esto que es algo así como un Reloj de la Vida.
Es importante.
¿Qué explicación tendría si no semejante emplazamiento?    
                 seis
                      pisos de engranajes hipertróficos,
un médico cada cuatro pacientes, cuatro enfermeras por
médico. Me parece que me estoy confundiendo,
y no sé si hago bien en quedarme en la carpa
porque quizás debería salir y mirar para comprender,
y responder para preguntar.
Estuve seis días en una jaula abierta,
                  pensé en los monasterios del Tibet. Un médico ve
nacer y morir, sonrío al instante, sucesivamente se van
enlazando la
ausencia y la presencia. La desaparición es histórica y no
debería
         exigirnos ningún razonamiento.
Para la salida un bolso y mi sonrisa, poca
gente parece sentir alegría,
          acá en las islas el ritmo es otro,
la potencia del paisaje lo arrastra todo.
                Sólo nos queda agradecer y disfrutar:
la intimidad está extendida, lo cual no es un secreto. Acepto.
                       Mi voz
retumbó en la cabina de la lancha. Volví al espacio
   para los pasajeros y me recosté.
Los lancheros son personas serenas,
   han asimilado con lentitud la enseñanza del paisaje,
han aprendido
   a irse y a volver,
   han visto cientos de despedidas y recibimientos,
han transportado mujeres a punto de parir hasta el hospital,
                       han llevado cadáveres de ahogados,
han visto serpientes y peces y saben
distinguir las islas por sus formas y tonalidades:

más ocre,
oval,
    angosta y larga,
verde oscuro,
alta,
verde amarillento. Por un momento me siento
un tonto mientras le miro la nuca.
El pelo del color del río me impresiona.
                 Estamos llegando.
   La acumulación de maniobras coloca la lancha junto al muelle.
                La maleza
   controlada me recibe respetuosamente,
          en cambio la humedad casi humana
se introduce rápidamente por mi vestimenta.
                   Siento el frío en una imagen dominante.



8.



De esta suerte no paraba de sembrar envidia,
y más en pequeños corazones,
que de todo se llenan fácilmente. Lo que no considero
tu problema, tu problema es cómo asignas miedo
                   a zonas de felicidad. Podría pensarse que
               es razón de la corriente,
que el agua que se va enturbiando,
                despacio nos insta y murmura sobre la muerte.
En los pasillos del hospital, mientras esperan
            los ascensores y se ven en las orillas de un espejo.
También fácilmente se aburren de los milagros diarios,
esa es la orilla a la que yo le temo, no reír ni
llorar más, aunque
                        me gustaría entender a Buda un poco mejor.
Sabés de lo que hablo,
está oscuro y nos alejamos
                de la costa,
el río se ensancha y las orillas no se ven.

Pantanosas,
cenagosas,
fangosas,
tremedales y anegadas.

¿En lo que sabés de mí qué hay, que te inspire confianza,
que te prometa cierto tipo de lucidez,
para jugar el juego que aburre?

Tenés que entender que con esto
termino. Mirando el río. Mirando
las orillas. Bajo de la lancha.
Son las siete y media y la luz empieza a escasear,
                 está bajando la marea.
La sombra de los tilos que cae sobre el agua
se confunde con la oscuridad del río,
               sólo superficie.                                
                      Y nadie hubiera creído allí,
al oír la ternura de las voces
que quien reía entonces con las criaturas
era el mismo hombre de acento duro y breve de media hora antes.
            Y que quienes en verdad  
dialogaban desde hace mucho eran la sombra incipiente y yo.
Cerré de nuevo los ojos, porque lo que yo quería ver
             era muy distinto de los crudos reflejos de la senda laqué,
                     y del  marco del espejo del lanchero,
                     también laqué.
Las mismas costumbres adentro y afuera del río,
la profundidad debería guardar, pensé,
en su secreto plomizo y arraigado,
                       una descripción de la noche detallada
como en ningún otro sitio se podría dar. Pero prefería hablar
en movimiento: del hospital y las islas.
Las criaturas cambiaban de la imagen al perfume,  
                        y la humedad acentuaba
la cercanía de las ramas tronchadas para trasladar a los caballos.
Parecido a una locura. Con algo más de significado,
                    algo más de
                 permanencia y amalgamamiento.
El río corre sin reglas ni medida, miro mejor,
                  en cualquier dirección y a cualquier hora del día.
No existen cauces para la libertad de su carrera,
             ni normas para el despliegue de su energía.
Posee una  extraordinaria velocidad y un ardiente deseo
                 de correr.
              De modo que se da todo entero
                    en sus disparadas salvajes.
Completamente concentrado en el perfume
y el furtivo desenrollarse del río, cuento con la participación
                        de la inteligencia también.
Para recuperarme del silencio lleno de inquietas escenas,
para determinar la procedencia de una lancha
o el paradero del perfume de una planta que no veo. La vegetación
                          y sus sucedáneos: el caballo y la parrilla.

Me aburría la continuidad de la iluminación
                          y sólo pensaba en dormir, en dormir la
                                 estridencia
                          y el brillo del atardecer que ardía
                          mientras el agua se retiraba rápidamente.
Melancolía, sentí tristeza. La oscuridad como carencia me
                impulsaba a realizar nuevos experimentos,
en su mayoría equivocados, fallidos. Traté de revivir
un sauce y no pude, allí sí que pasó la corriente,
                retirando del tronco las gamas
                          del ocre y el marrón,
ablandando la corteza,
         desnudándolo como a un niño sucio.
                Como si las grandes voces que supieron realizar una abertura
en la orilla y el río
y convertir todas las visiones en un deseo no hubiesen sentido
                        el abandono o la intemperie.
Mi soledad se confrontaba con el paso de una lancha. Obreros,
los primeros, luego las madres y los niños. Adelante. Mi lápiz puede
quebrarse en cualquier momento.
                       Tenemos que seguir amigo,
sobretodo nosotros, no importa que se hunda el mundo,
que el tiempo se consuma en un abrir y cerrar de ojos,
                                           la puerta que nos espera
combina el  color del pasado con el color del futuro.
Y con un motivo mucho más secreto y poderoso que el nuestro
               permanece      
mirando pasar a todos a través suyo.

Pero existe un nuevo amanecer, en el que los tilos nuevos en un verde nuevo sobre la orilla nueva regresan. Recuerdo. Regresa el viento nuevo con el sonido nuevo de las nuevas lanchas.



9.



A partir del día once se ven los resultados, el cuerpo empieza
                         a transformarse en oso. Y algunas de sus señales
son muy características. Por ejemplo en el pecho.
         Nos recuperamos pronto y comenzamos a planear nuestra próxima aventura,
ya que el entorno es otro,
al final        
de las manos, podrías combinar esto con los diarios,
para obtener la mejor interpretación de la época.
No te interesa.              
Ok, dejame tomarte de las manos, relajate,
aquí está la época,
con sus héroes que resultan ser muy poco prácticos,
                      están embobados por la brisa primaveral
que los visita. La piel no se opone jamás. Los ojos no se oponen jamás.                            
Nos mareamos y sentimos alegría. Pensabas
que preguntando te ibas a salvar del esfuerzo pero
no es así, por fin estás dando al parecer,
               una reacción positiva
           al responder a mis comentarios sobre la      
                                     averiguación        
                                     que estoy haciendo.
     Te lo agradezco, es bueno distinguir,
si uno está solo o si lo han abandonado.
Mi humor está muy poderoso. Si no hubiese vuelto
             tendría una idea muy diferente sobre tu preocupación. Pero resulta
                           que me siento fuerte como un motor, y mi cuerpo
                   es una lancha que avanza contra la corriente.
Los pajonales podridos nos          
anuncian la opinión de la naturaleza,
         esto es belleza me digo, y termino riendo como un jovencito.
Al acabar el traslado tomamos el equipaje, la mochila,
                            los bolsos de mano, la bolsitas
con comida. Lo que viene es una incursión todavía más intensa de  
                          lo que fue hasta ahora.
Pero tengo certidumbre, la escena es especial,
la embarcación avanza y badea todas las complicaciones del Paraná.
               De rodillas es investigar, caminar es investigar, entre los sauces
nuevos en la nueva ribera, del nuevo perfume de
                          las flores nuevas que consigue que olvidemos el mareo,
por tanta realidad suprasensible. Comprendo que sólo a vos te interesan:
las casillas que brillan en el medio de la noche,
                los perros angustiados que corren rodeando la luz,
las zarzas que sabemos azules pero
                           están agrisadas y tumbadas.
La luna estropea todo
y en la complacencia de un amanecer imposible
nos refugiamos juntos,
         comemos,
hablamos de las madres
y del atavismo mortal de nuestras propias visiones.
                Tenemos que recuperarnos. Todavía no visitamos
los altos y presentimos bien. Allí donde los isleños son
más rudos todavía que en las cercanías donde estamos:
función de fuerza,
               sorda y de zarza ardiendo,
la palabra colgando de otro palo.
         Estamos necesitando un cambio de comunidad
y no nos atrevemos a decirlo, en cambio
                  utilizamos todas nuestras fuerzas
para transformarnos a nosotros,
un disparate bastante extendido que no se sabe de
dónde viene. A cambio el río tiene un origen,
                      y podemos rastrearlo hasta congelarnos.
Esto es bien sabido, lo que no se sabe es que detrás de
la luna y el viento ciclotímico
hay un refuerzo de vida para detener al río,
                      para tomarlo con las manos y ponerlo de pie.
Su altura no puede medirse,
y el escándalo complica el goce de los gestos
de una cultura como esa.

Alfredo Zitarrosa 1985.

Alfredo Zitarrosa 1985.

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